martes, 19 de febrero de 2008

UNA TARDE DE ESTÍO

Es casi una pintura.
De poder pintarla lo haría en acuarelas.
Tarde de verano.
Tres sauces llorones alargan sus ramas acariciando el espacio.
La cálida brisa las inclina suavemente hacia la derecha.
Son como móviles dejando colar rayos de sol.
Tiñen de amarillo algunas hojas y los claros del césped cortado prolijamente.
Hay ocultos habitantes emplumados que no distingo.
Desgranan silbidos en amorosos diálogos.
Los altos árboles festejan con aplausos verdes y plateados los sonidos de la siesta.
El mantel es blanco con arabescos transparentes apenas azules.
Ondea respondiendo a la danza del sauce que lo cobija.
Tres sillas blancas circundan la mesa del mismo color.
Todo destacando sobre el césped y tomando por momentos su color verde.
Tres vasos, agua, servilletas..., restos de una comida entre amigas.
Anécdotas, recuerdos y risas quedaron flotando en el aire, en las mentes, en los corazones.
Tácita conjunción de tareas, sincronizando aptitudes y gustos.
Ahora descanso, serenidad, armonía...
El cedro azul cobija a María Alberta durmiendo en su tumbona.
Cuerpo desnudo, libre.
Suspiros de placer o de sueños abanicando el aire.
Luciendo brillantes hojas y níveas flores, la camelia.
A su sombra un banco, en él un libro cerrado, sobre el libro unas gafas a la espera de su dueña.
Es María Teresa que duerme en la tumbona blanca entregada a Febo.
En el centro de mi toalla de rayas en verdes, rojos y amarillos, disfruto.
El césped me da su olor, su color, su mullido colchón.
Desde abajo aprecio la perspectiva y del conjunto.
Disfruto del sol y de los leves sonidos de la siesta.
Batir de hojas en los árboles.
Contrapunto de pájaros sin identificar.
Ladrido de un perro lejano.
La rama del limonero se balancea bajo el peso de un ave.
Éste nos observa y emprende vuelo nuevamente.
El limón sigue danzando.
Una hormiga pasa huidiza con su carga.
Es mi acuarela escrita.
Es mi forma de representar un momento de felicidad. ...
No hay historia, solo el placer del momento…
Es una tarde de estío.
Es una pintura viva.

sábado, 9 de febrero de 2008

A LA VUELTA DE LAS VACACIONES

No sé si lo que compuse es un relato o dos cuentos en uno, o dos cuentos y una poesía a la que también puse música. Pero todos sabemos que las musas son imprevisibles así que este es el cuento de PELITO DE SOL, donde la mamá canta la canción del OSO MIMOSO y el papá le cuenta el cuento de AZULIN Y ROBERTINO.



PELITO DE SOL

-¡Mamá! ¡Mamá..!
- ¿Qué quieres Pelito? dice la mamá dejando de ordenar los juguetes.
- ¡Mi oso no se quiere dormir!
- Igual que tú Pelito, ¿porqué no le cantas una canción?
- Es que todavía no comió... dice el niño.
- Ya son la una Pelito - Contesta la mamá mientras se acerca al oso y empieza a cantar la canción del OSO MIMOSO:

Oso mimoso
también revoltoso
juega goloso
con un carozo.
Con un carozo de aceituna.
-¿A que hora ........?
- A ninguna ..........!
- Siiiiii....
-¡Juega a la una...!

Pelito la acompaña contento marcando el pulso con las manos. Luego señala la biblioteca pidiendo un libro. El papá que los estaba mirando agarra al niño en brazos y el libro que éste le señala. Luego lo lleva a la cama y comienza a leer:

AZULIN Y ROBERTINO

Había una vez un pajarito con piquito azul, la colita roja... roja, y el cuerpito con hermosas plumas blancas.
Llegaba todas las tardes al jardín y como era distinto a los demás pajaritos, todos lo miraban muy curiosos y además no lo dejaban ir a su árbol, lo picoteaban y lo rodeaban entre varios pajaritos, marrones, grises y negros, para que se fuera de allí.
Así, que el hermoso pajarito de piquito azul y colita roja, siempre se paraba a descansar en la ventana de Robertino.

Él era un niño muy estudioso, pero muy inquieto, y como lo veía que todas las tardes iba y venía y le daba pena que lo echaran del árbol porque era distinto a los demás, dejaba la ventana con una rendijita abierta para poder hablarle y que el pajarito no se sintiera tan solo y triste.

Robertino lo llamaba Azulín por el color de su piquito, y le dejaba un poco de sus galletitas. Un día le ponía las de chocolate y otro día las de miel.
A Azulín le gustaban las dos y a Robertino también...

Él no salía mucho porque su mamá no le daba permiso pues temía que se perdiera, porque Robertino era muy curioso y un poco distraído.
Y como era tan curioso un día se levantó temprano.., temprano.., y cuando Azulín emprendió vuelo, lo siguió.

Lo siguió por el campo saltando los pozos y tropezando con algún tronco caído. Se lastimó un poquito las rodillas pero seguía corriendo detrás de Azulin, que volaba bastante alto.
Pasaron por un arroyo angostito, donde se embarró todo, pero le vino bien porque se refrescó un poco de tanta carrera.
Cruzaron otro pequeño campo con pasto muy alto que a Robertino le llegaba hasta la nariz, y por fin, cuando estaba cansado, es decir, muy cansado, no como cuando le decía a su mamá que no podía guardar sus juguetes... Cansado de verdad... llegaron a un bosque y en los árboles, vió montones de Azulines, piando con sus piquitos azules:

-¡Pío, pío..., pío, pío..... pío, pá!; ¡Pío, pió.... pío, pío... pío, pá!-

Azulín se unió a ellos, Robertino los miraba asombrado pues sus plumitas blancas revoloteaban y revoloteaban sin parar y de tanto y tanto mirarlos... ¡Se quedó dormido..!
Tanto durmió, que cuando despertó, el sol no estaba y los pajaritos tampoco.
Miró y miró. Para arriba, para abajo, para la derecha, para la izquierda.
¡Estaba solo...! ¡Estaba solo en el bosque..!
Trataba de acordarse como había llegado y no. No se acordaba.

Robertino tenía un poquito de miedo, pero siguió buscando la salida. Estaba casi a punto de llorar cuando vió que un pájaro parecido a Azulin salía de un árbol y venía hacia él. Tuvo otro poquito de miedo. Pero... ¡Era Azulín!. Se paró en su hombro y le cantaba:

- ¡Pío, pío... pío, pío, pío pá...! -

Y se puso a revolotear sobre su cabeza como diciéndole que lo siguiera. Robertino lo hizo así y aunque ahora tenía un poco de frío, se armó de valor.
Se acordó de su mamá y pensó:
-Estará enojada –
También se acordó de su papá que cuando se lastimaba le decía que tenía que ser valiente. Entonces Robertino siguió corriendo más rápido.
Volvieron a pasar por el campo con mucho pasto que le llegaba hasta la nariz, y se metió en el arroyo, que ahora estaba más frío...
Otra vez atravesaron el campo con pozos y troncos de árbol caídos, y se volvió a lastimar las rodillas.
En el cielo ya había estrellas y estaba un poco oscuro, pero él veía muy bien a su blanco amiguito con la colita roja que seguía cantando con su piquito azul:

-¡ Pío, pío..., pío,pío..., pío pá...! - para animarlo

Y al fin vió las luces de su casa y también a sus padres buscándolo entre los árboles. Los otros pajaritos marrones, grises y negros dormían porque no se los veía por ningún lado.

-Me van a poner en penitencia... y me lo merezco - pensó Robertino

Pero no, su mamá y su papá corrieron a abrazarlo cuando lo vieron.
Robertino lloraba, un poco por el miedo que había pasado, un poco por la alegría de verlos y otro poco porque la rodilla le dolía bastante.
Mientras tomaba una rica sopa, les contó lo sucedido. Entonces fueron todos hasta la ventana a ponerle unas galletitas de premio a Azulín. Les pusieron de las dos: de chocolate y de miel.
Con el tiempo Azulín no volvió, Seguramente estaría en el bosque con su familia, pero por las dudas Robertino siempre ponía galletitas en la ventana.

Y colorín colorado..., mientras los pajaritos marrones, grises y negros, se las comían y Pelito de Sol dormía hace un buen rato...

¡Este doble cuento con canción se ha terminado!

  Aquí les dejo la receta  de esta mermelada, algo ácida y dulce, como mi despedida de este y el otro blog.      Es momento de descanso y re...