Cuánto
hace que no conversamos papel… Un desgano infinito me invade en esta
cuarentena. Extraño tanto la movilidad a la que estaba acostumbrada. Pasé solo
a tareas que exige esta cuarentena que ya lleva cincuenta días. Limpiar,
desinfectar, pensar en compras esenciales, encontrar el medio de hacerlas sin
romper esa cuarentena, pero aun así arriesgarme a salir para lo indispensable.
Sabes que me gusta elegir lo que compro papel, ver los precios, aunque eso de
ver ahora es difícil porque en las verdulerías del barrio no hay precios
puestos, atienden de la puerta para afuera así que no se puede controlar la
calidad y menos la balanza. Pobre el que
no tiene remanente o que no sabe administrarse cocinar o usar los elementos de
la mejor manera para no gastar tanto. La carnicería igual, por respeto a la
gente que espera manteniendo su distancia, es difícil elegir rápidamente y más si
no está el producto que tenías pensado y reemplazar lo pensado por otra cosa de
acuerdo al bolsillo. Esta pandemia no es solo de salud, también la economía la
está sufriendo y mucho. A medida que te cuento veo que empecé por las dificultades
prácticas. Las otras las del alma y de las emociones son las que más hacen
mella en mi carácter y por ello más difíciles de expresar. No poder abrazar,
besar, conversar a distancia normal, reírse a carcajadas, todo, todo vedado. Un
bozal en la boca. Un bozal en el alma que necesita ese contacto emocional y
físico. Me hace bien hablar contigo papel, creí que no iba a poder hacerlo.
Tanto es lo que uno se retiene, que no se permite, que hasta hablar con el
papel se hace difícil. Se extrañan los grandes amores, los pequeños amores, los
grandes afectos, los pequeños afectos, se extrañan las conversaciones profundas
y las intrascendentes. Ahora todo se limita a: ¿Estás bien, tus hijos bien, tus
nietos bien? Las contestaciones clásicas y la misma pregunta por el otro lado
del teléfono o WhatsApp. No se quiere tocar el tema de la pandemia papel, pero
sin proponérselo todos caen en ello. También está la alegría exagerada a veces,
la despreocupación por algunas cosas, en fin, todo anormal. Y la despedida
siempre con lo mismo, recomendaciones, consejos, y otra vez lo mismo papel.
Hice unas calles más el otro día para ir a la Farmacia, las piernas no eran las
mismas, el equilibrio y la sensación propioceptiva requerían más atención, más
cuando el “bozal” no te deja ver bien hacia abajo. Atención, atención me repito
y me enderezo y coloco la espalda porque sé que todo depende de una buena
postura. La gente mira con un poco de desconfianza papel, yo también y trato de
mantener la distancia que a su vez ellos mantienen prudentemente. Parece que me
he soltado papel, hace rato que no hablo tanto con nadie. Así como uno parece
un niño cuando se larga a caminar, no sé si podré mantener una conversación
inteligente, amena o mínimamente entretenida. Menos mal que a los demás les
pasará lo mismo. La vida es así, mal o bien todo se repite y a todos nos pasan
cosas parecidas si no iguales. Ya sé papel, ahora termina mi verborragia (linda
palabra) será hasta la próxima y gracias por tu paciente escucha.