La literatura es imaginarse o querer averiguar lo que está al otro lado: más allá del umbral de la habitación, detrás de la puerta entornada que nuestra mano empujará o de la puerta cerrada con una llave que tal vez nos estará prohibido buscar; al otro lado de un río, detrás de una silueta azul de montañas...
lunes, 31 de marzo de 2008
Este rectángulo inteligente se va a la clínica
Por unos días me interno... tengo fiebre... según mi médico favorito tengo un virus. Seguro me vaciarán y me pondrán a régimen, pero no importa a la vuelta mi querida dueña volverá a darle al teclado y mi fabulosa mente transcribirá sus pensamientos.
No es contagioso, pero no ando bien, vieron cuando uno se levanta, se acuesta, se duerme, se despierta lento... lento... luego sin razón me evado... me voy... bueno así estoy yo.
Espero que se acuerden de mi hasta que vuelva repuesto para seguir en contacto. Me voy a la clínica contento, no sé porqué mi dueña protesta tanto... los veo pronto.
Besos del fabuloso 98 que tiene resto para rato.
viernes, 28 de marzo de 2008
DIÁLOGO CON MI DUEÑA
¿Otra vez me vas a dar con esa cuchara?
Mi pobre freezer se desprende del hielo cuando me das con esa madera cóncava sin desenchufarme ni descongelarme... Menos mal que mi sistema de refrigeración es “no frost”, si no, también lo martirizarías.
Los inquilinos anteriores no me daban tanto la lata pero estaba hasta arriba de escarcha cubriendo las cubiteras. Claro que no ponían nada, y que tampoco las cambiaron como vos. Fue un buen regalo al conocernos, todo un detalle pues las otras cubiteras estaban rotas se caía todo el líquido y mi compresor trabajaba un poco forzado...
Podríamos decir que regulaste mi corazón con eso... y con cambiarme de lugar...
¡Uff. ! ¡Cuánto calor me daba estar al lado de la cocina. ! Tenía que trabajar a toda marcha y transpirando constantemente. Ahora por suerte no. Según me pareció escucharte no es lo más estético, pero es cierto que estoy más cómoda entre las dos ventanas que dan al patio de luz. Y tenías razón; ahora ventilo mejor.
Eso sí. Sos un poco extraña... ¡Qué ocurrencia poner los envases de yogur vacíos y apilados en mi freezer! Lo entendí un poco el día que sacaste varios y volvieron llenos de caldo unos y con salsa bolognesa otros bien cubiertos con plástico transparente.
Fue original tenerlos en fila. Los congelé rápido. Sabés que soy eficiente. Luego les diste alineación definitiva unos sobre otros... ¡Divertida mi nueva dueña!
¡Jajaja..! ¿Y cuando guardás el café, la sal, el aceite usado, algunas cremas para la cara, en inclusive las gotas de los ojos, las lentillas y hasta el líquido para limpiarlas en mi refrigerador... ? ¡Es el summun...!
Tus amigas lo repiten con asombro: ¿La sal en la heladera? ¿ El café aquí?... y yo aprendo los nombres de todo. ¡Por algo soy una heladera de 4 estrellas!.
Tengo categoría R- 134 y te escuché decir que ahora ya me reemplaza la R-600 que es lo mejor hasta hoy. Pero te aseguro que yo también soy ecológica así que ni se te ocurra separarme de vos. Siento que formamos un buen equipo.
El otro día me encantó que guardaras eso que llamaste ensalada de frutas. El cristal dejaba ver los colores y no era tan rutinario como el cartón de leche o las latas de gaseosa o cerveza. Ya no me sentí tan ST como cuando salí de fábrica, tenía yo un cierto complejo por no ser T. Dicen que es mejor ser Tropical que Subtropical. Pues me gané el título de ST con ese colorido que además olía bien...
Solo lamento no serlo cuando mi enemigo el horno, eleva la temperatura ambiente a más de 35º. Ahí sí que sudo y mi compresor trabaja forzándose. Aunque en esos casos ni las Tropicales estarían cómodas soportando más de 43º C, sin perder los valores internos de frío. Pero dejemos los tecnicismos y hablemos de nuestra interacción.
Ese pote con levadura de cerveza en polvo que se cayó el otro día...,¿para qué lo usás? Sos un poco rara...Pero estuve encantada de enfriar los flancitos que pusiste. Estaban relucientes con el Dulce de leche que guardás en mi puerta. Lo que no entiendo es cómo le diste esa forma acanalada (al dulce) porque siempre te veo meter el dedo en el frasco y llevártelo a la puerta que abrís en tu cara, es decir eso que llamás boca y que se mueve haciendo extraños ruidos cuando decís: “ Se me hace agua la boca” y el dedo sale pero el dulce no...
También les pusiste un gracioso copete de crema que tenía yo enfriando y a la que le diste con un elemento rápido después de ponerle un polvo blanco que la espesó, ahí fue cuando me di cuenta que la forma acanalada se la diste con eso que buscabas diciendo: “Dónde estará la manga...” “Donde estará la manga...”
Pues nada... Podría decir muchas cosas de vos. Unas de las que no me gustan es que pongas las cosas calientes. Menos mal que son pocas veces..., porque mi pobre compresor tiene que ir a toda marcha... ¿No te das cuenta que forzás mi corazón?
Y esa media cebolla envuelta en plástico que pusiste en el cajón de las verduras... ¡olía fatal envuelta y todo..! ¡Qué manía la tuya! ¿No podrías usarla entera?
Uff..! Y todo lo que ponés arriba mío... Aunque a eso estoy resignada... La balancita que va y viene a la mesa, las latas que después ubicás en la alacena, esa maceta inestable, ¿porqué no la dejás al sol y listo?.
A veces tengo ganas de estornudar para quitármelas de encima. Al igual que el sol de cerámica, la bruja con su escoba, el pez azul que sostiene papelitos escritos, las frutas que no huelen, el pequeño almanaque, todo eso adherido a mi puerta. Lástima que no pueda hacerlo, pues ni bien las acercaste, se pegaron como por arte de magia.
Eso no es justo. Mi pintura es blanca, lisa, brillante... Ya viste lo hermosa que soy cuando sacás todas esas porquerías y me limpiás. Quedo reluciente... Como nueva..., y respiro...
Lástima mis manijas; y no repitas que no soy de buena calidad! Vos me tratás bien. ¡Pero vieras los anteriores..! A propósito, ese pegamento no es fuerte, intentá con el otro, ese pequeñito que guardás al lado de los huevos.., voy a tratar de pegar mejor.
Pese a todo te agradezco que me cuides tan bien...
Otra cosa... cuando cerrás mi puerta con la parte de atrás, esa redondita que tenés abajo... al darte vuelta del otro lado, cuando no se te ve la cara, es suave, pero me gusta más cuando me cerrás con la mano.
¡Ah.., si me pudieras oír..! ¡Te aseguro desde lo más profundo de mis anaqueles que nos llevaríamos mucho mejor de lo que nos hemos llevado hasta ahora.!
Mi pobre freezer se desprende del hielo cuando me das con esa madera cóncava sin desenchufarme ni descongelarme... Menos mal que mi sistema de refrigeración es “no frost”, si no, también lo martirizarías.
Los inquilinos anteriores no me daban tanto la lata pero estaba hasta arriba de escarcha cubriendo las cubiteras. Claro que no ponían nada, y que tampoco las cambiaron como vos. Fue un buen regalo al conocernos, todo un detalle pues las otras cubiteras estaban rotas se caía todo el líquido y mi compresor trabajaba un poco forzado...
Podríamos decir que regulaste mi corazón con eso... y con cambiarme de lugar...
¡Uff. ! ¡Cuánto calor me daba estar al lado de la cocina. ! Tenía que trabajar a toda marcha y transpirando constantemente. Ahora por suerte no. Según me pareció escucharte no es lo más estético, pero es cierto que estoy más cómoda entre las dos ventanas que dan al patio de luz. Y tenías razón; ahora ventilo mejor.
Eso sí. Sos un poco extraña... ¡Qué ocurrencia poner los envases de yogur vacíos y apilados en mi freezer! Lo entendí un poco el día que sacaste varios y volvieron llenos de caldo unos y con salsa bolognesa otros bien cubiertos con plástico transparente.
Fue original tenerlos en fila. Los congelé rápido. Sabés que soy eficiente. Luego les diste alineación definitiva unos sobre otros... ¡Divertida mi nueva dueña!
¡Jajaja..! ¿Y cuando guardás el café, la sal, el aceite usado, algunas cremas para la cara, en inclusive las gotas de los ojos, las lentillas y hasta el líquido para limpiarlas en mi refrigerador... ? ¡Es el summun...!
Tus amigas lo repiten con asombro: ¿La sal en la heladera? ¿ El café aquí?... y yo aprendo los nombres de todo. ¡Por algo soy una heladera de 4 estrellas!.
Tengo categoría R- 134 y te escuché decir que ahora ya me reemplaza la R-600 que es lo mejor hasta hoy. Pero te aseguro que yo también soy ecológica así que ni se te ocurra separarme de vos. Siento que formamos un buen equipo.
El otro día me encantó que guardaras eso que llamaste ensalada de frutas. El cristal dejaba ver los colores y no era tan rutinario como el cartón de leche o las latas de gaseosa o cerveza. Ya no me sentí tan ST como cuando salí de fábrica, tenía yo un cierto complejo por no ser T. Dicen que es mejor ser Tropical que Subtropical. Pues me gané el título de ST con ese colorido que además olía bien...
Solo lamento no serlo cuando mi enemigo el horno, eleva la temperatura ambiente a más de 35º. Ahí sí que sudo y mi compresor trabaja forzándose. Aunque en esos casos ni las Tropicales estarían cómodas soportando más de 43º C, sin perder los valores internos de frío. Pero dejemos los tecnicismos y hablemos de nuestra interacción.
Ese pote con levadura de cerveza en polvo que se cayó el otro día...,¿para qué lo usás? Sos un poco rara...Pero estuve encantada de enfriar los flancitos que pusiste. Estaban relucientes con el Dulce de leche que guardás en mi puerta. Lo que no entiendo es cómo le diste esa forma acanalada (al dulce) porque siempre te veo meter el dedo en el frasco y llevártelo a la puerta que abrís en tu cara, es decir eso que llamás boca y que se mueve haciendo extraños ruidos cuando decís: “ Se me hace agua la boca” y el dedo sale pero el dulce no...
También les pusiste un gracioso copete de crema que tenía yo enfriando y a la que le diste con un elemento rápido después de ponerle un polvo blanco que la espesó, ahí fue cuando me di cuenta que la forma acanalada se la diste con eso que buscabas diciendo: “Dónde estará la manga...” “Donde estará la manga...”
Pues nada... Podría decir muchas cosas de vos. Unas de las que no me gustan es que pongas las cosas calientes. Menos mal que son pocas veces..., porque mi pobre compresor tiene que ir a toda marcha... ¿No te das cuenta que forzás mi corazón?
Y esa media cebolla envuelta en plástico que pusiste en el cajón de las verduras... ¡olía fatal envuelta y todo..! ¡Qué manía la tuya! ¿No podrías usarla entera?
Uff..! Y todo lo que ponés arriba mío... Aunque a eso estoy resignada... La balancita que va y viene a la mesa, las latas que después ubicás en la alacena, esa maceta inestable, ¿porqué no la dejás al sol y listo?.
A veces tengo ganas de estornudar para quitármelas de encima. Al igual que el sol de cerámica, la bruja con su escoba, el pez azul que sostiene papelitos escritos, las frutas que no huelen, el pequeño almanaque, todo eso adherido a mi puerta. Lástima que no pueda hacerlo, pues ni bien las acercaste, se pegaron como por arte de magia.
Eso no es justo. Mi pintura es blanca, lisa, brillante... Ya viste lo hermosa que soy cuando sacás todas esas porquerías y me limpiás. Quedo reluciente... Como nueva..., y respiro...
Lástima mis manijas; y no repitas que no soy de buena calidad! Vos me tratás bien. ¡Pero vieras los anteriores..! A propósito, ese pegamento no es fuerte, intentá con el otro, ese pequeñito que guardás al lado de los huevos.., voy a tratar de pegar mejor.
Pese a todo te agradezco que me cuides tan bien...
Otra cosa... cuando cerrás mi puerta con la parte de atrás, esa redondita que tenés abajo... al darte vuelta del otro lado, cuando no se te ve la cara, es suave, pero me gusta más cuando me cerrás con la mano.
¡Ah.., si me pudieras oír..! ¡Te aseguro desde lo más profundo de mis anaqueles que nos llevaríamos mucho mejor de lo que nos hemos llevado hasta ahora.!
martes, 11 de marzo de 2008
EL "ARENISMO" (Visiones)
Hacía horas que el anciano remaba inútilmente. La fuerza de la corriente era superior a la suya. Se había aventurado más allá de sus límites al ver flotando ese pequeño cuerpo que ahora dormía profundamente en el fondo de la barca. Era un niño de unos diez años, muy delgado, de tez negra. Lo recogió rendido y hambriento ya sin fuerzas para seguir nadando. Ahora dormía respirando con dificultad.
A pesar de haberlo cubierto con su chaqueta se notaba un pequeño temblor en su cuerpo. A ratos, le daba de beber de su cantimplora, pocas gotas, que esos labios gruesos y resecos sorbían levemente. Cada tanto, el negrito abría los ojos mirando con desesperación a su alrededor. Él trataba de calmarlo, aunque también estaba inquieto, pues la inmensidad del mar no le dejaba ver el puerto de su aldea.
La niebla que caía sobre el mar los fue invadiendo y lentamente la noche se cerró sobre ellos. Guardó cuidadosamente los elementos de pesca, ajustó los remos atándolos con la soga de amarre, y se dispuso a dormir. El niño negro parecía formar parte del paisaje . Al rodearlo con sus brazos, tuvo la impresión de abrazar la noche. Estremeciéndose lamentó no haber traído más abrigo. El cielo se había despejado y la luna, apenas creciente, rolaba en el mar en su nocturna danza. Infinitos pozos oscuros rodeaban las estrellas. No supo si se durmió mirándolas o porque ellas lo miraban a él.
Llegaba el día y la luz del amanecer producía destellos luminosos en la superficie. A lo lejos, solo el horizonte rosado presagiaba un hermoso día de sol. El anciano lamentó no haber puesto más provisiones, buscó la botella, bebió un pequeño sorbo de agua y mojó los labios del niño que se despertó confortado por el descanso y el calor del abrazo nocturno. Sólo se oía el ruido del agua.
El viejo preguntó su nombre, él sólo respondió:
- "Soy del reino de las Dunas"
Desplegaron la caña poniendo en el pequeño anzuelo largas lombrices.
El negrito dijo:
- "Tengo mucha hambre" -
El viejo le alcanzó la botella que ya estaba en mínimos. Mientras, expertamente lanzó la línea que hendía el aire con silbido de látigo y caía al mar. Estuvieron así varias horas. El agua se había terminado. El viejo juntaba fuerzas, también tenía sed... y hambre.. Ahora era él el que se estremecía por momentos. Ante ellos sólo el cielo y el sol.
Juntó un poco de agua en la botella con la esperanza de que al asentarse perdiera parte del salitre. Lo empezó a invadir un gran sopor, le dijo al niño lo que debía hacer si se dormía. El negrito remaba débilmente hacia el norte, lugar donde se suponía que encontrarían la playa.
El viejo pescador despertó. Sus ojos extraviados tenían una extraña luz febril. Recogió el sedal. Vio un pez muy brillante colgando del anzuelo. Cuando lo quiso recoger, el pez se desvaneció en el aire. Sus manos delirantes se cerraban sobre sí mismas. Así una y otra vez. El niño miraba sin comprender esas maniobras desesperadas apretando el vacío. Asombrado, asustado y apenado, le dijo que lo haría él. Intercambiaron elementos, el viejo parecía ido. Con sus manos toscas y monótono gesto agarró los remos, repetiendo como en una letanía....
-"No los dejes ir.." "No los dejes ir.."
El muchacho tiró nuevamente la línea esperando el pique, pero no sucedía nada mientras el pescador con el torso y la cabeza vencidos, aferrado a los remos se adormecía susurrando:
-"..No los dejes ir...No los dejes ir.."
Pasó el tiempo. Medida de tiempo sin medida. Sólo el sonido del agua al chocar bajo la barca. Los remos, atados por el niño, flotaban mostrando las vetas ajadas por el tiempo, tiempo sólo definible por el paseo semicircular del sol que con su llegada al cenit, desparramaba brillo y color en verdes, malvas, rosados, azules y amarillos. Resplandecientes, brillantes... brillantes... brillantes...
El niño hipnotizado miraba fijamente el agua, ola tras ola, gota tras gota, sal sobre sal. Sus ojos veían la textura de la arena... Infinitos granos y más granos de interminable arena....
Entonces comenzó a gritar:
-"..¡ Arena..!¡Arena..!"
Despertó el viejo, al tiempo que escuchaba el cuerpo tirarse al agua. Al darse vuelta, vio al niño de espaldas, chapoteando con desesperados gestos, mientras seguía gritando:
-"!Arena... Arena..!
Tenía la mirada fija, el contraste del rostro negro con el blanco de los ojos desorbitados, lo impresionaba. Le costó convencerlo de que subiera a la canoa. Ésta se bamboleaba peligrosamente. Al fin lo arrastró, chorreante y jadeando. Cayó dentro de la canoa en éxtasis, desparramando los fétidos gusanos que el niño veía como infinitas hormigas y que en su delirio, quería pisotear con fuerza inusual para su estado.
El viejo lo abrazó fuerte, hasta lograr que se calmara. Así quedó inmóvil tirado sobre el fondo mojado de la barca. Esta se fue estabilizando como meciéndolos en una cariñosa cuna.
Cada tanto se oía el susurro del negrito:
-
"...Arenaaa...Arennaaa...."
El pescador en un último intento pone varios gusanos destrozados en el anzuelo y eleva su mirada implorante al cielo.
Ahora es él quien aprecia los verdes, rosas, amarillos, blancos, azules, todos los colores y matices del mar, del cielo, resplandecientes bajo la luz del sol.
Tira la línea lo más lejos posible. El sonido del mar se convierte en un silencio aplastante, imponente y lo envuelve en la atrapante magia de la naturaleza.
La caña oscila, el niño despierta al escuchar su roce sobre la madera de la barca. Se miran. La sostienen esperanzados. Mano sobre mano, negro sobre blanco, blanco sobre negro.
Recogen el anzuelo. Asombrados y desfallecientes, ven un pez que trata de zafarse de su cautiverio. Brilla al sol, una chorreante estela de agua cae de su cola al mar. Lo recogen con seguridad y delicadeza. El pez es real.
Los rostros expresan alegría, desesperación, ansiedad. La presa está atrapada, sólo queda distribuirla entre los dos. El viejo lo limpia con su navaja y el mar recoge los despojos, aunque le preocupa el hecho de que esos restos puedan atraer algún pez contra el que no se puedan defender.
Devoran más que comen esa carne salada y suave,mastican incluso algunas espinas. Luego el pescador vuelve a su caña. Aún hay unas pocas lombrices, deshechas y malolientes, pone algunas en el anzuelo, posiblemente pique otro...
El negro empuña los remos con renovada energía. Se oye el sonido rítmico al penetrar en el agua. Se ve la pequeña estela del decidido avance. Cruje la madera en cada movimiento.
El niño grita:
-!"Arena, Arena..! ¡Las Dunas!"
Su grito es ronco, estentóreo. Hay agitación en el bote, que se bambolea a cada salto del niño. El desaliento invade al anciano que gira su cansado y encorvado torso mientras piensa:
-“No delirio otra vez...Nooo...”
El brazo color ébano señala firme hacia lejanas aves marinas revoloteando como cometas sobre raras embarcaciones alargadas. Hay puntos móviles color oscuro en rutinaria tarea pesquera.
Mientras el niño y la barca se agitan en alegre bailoteo, el viejo divisa con asombro como dibujadas en el cielo azul, lejanas dunas que no conoce.
Rosa Favale 12-12-02
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