Parque Dunar en Doñana
“¡Tú no me quieres!”
¿Cuántas veces nos habrán espetado este
reproche nuestros hijos? ¿Y cuántas, como madres o padres, nos habremos
aguantado las ganas de decirles lo mucho que los queremos?
Algún día, cuando estén en edad de
comprender los móviles de la conducta de una madre, les diré a mis hijos:
Te amaba lo suficiente para fastidiarte
preguntando, cada vez que salías, adónde ibas, quién te acompañaba y a qué hora
volverías a casa.
Te amaba lo suficiente para callarme mi
opinión y dejarte descubrir por ti mismo que aquel amigo que habías escogido
tan cuidadosamente era un pelma cualquiera.
Te amaba lo suficiente para hacerte
devolver la pastilla de chocolate que ya mordías y confesar al tendero que la
habías hurtado.
Te amaba la suficiente para estarme dos
horas viendo cómo ponías en orden tu habitación, tarea que yo habría despachado
en 15 minutos.
Te amaba lo suficiente para no buscar
disculpas a tus impertinencias y a tus malos modales.
Te amaba lo suficiente para no tener en
cuenta lo que “todas las otras madres” hacían o decían.
Te amaba lo suficiente para adivinar tus
mentiras… y perdonártelas después de confirmarlas.
Te amaba lo suficiente para dejarte
tropezar, caer y fracasar para que aprendieras a valerte por ti mismo.
Te amaba lo suficiente para aceptarte tal
como eres, sin pensar en lo que yo querría de ti. Y sobre todo, te amaba lo suficiente para
negarte algo a sabiendas de que me detestarías. Eso era lo más difícil de todo.
Condensado del Sun Times de Chicago 14-01-1976