Cada uno se marca su época, se trata de eso.
Superamos cosas. Bien sabido es por nosotras las setentosas y ochentosas y alguna que se pasa
de esa edad… ¡Qué coraje!
Estas épocas con sus dificultades y con su bagaje de recuerdos no son ni siquiera imaginadas por los jóvenes y hasta por
los hijos porque ellos viven y vivieron su momento y ahora a lo sumo se asombrarán, sonreirán y harán
bromas al respecto…
Nosotros debemos haber hecho exactamente lo mismo, ningún
niño, joven, púber o veinteañero está en lo que hacen los mayores y es lógico
que estén a lo suyo.
Se comparten cosas, bien cierto, pero cada cambio de
ellos, puede entrar o no en nuestro asombro y comprensión pues no olvidemos que
así fueron los cambios nuestros cuando
teníamos su edad, ya que también nos estábamos adaptando a tiempos nuevos.
¡Imaginen la dificultades de nuestros padres para
entendernos! Fueron impacientes y pacientes: ¡Honrémoslos!
Hicieron lo que pudieron, igual que nosotros cosa que a veces nos reprochan los hijos...
Cierto que no era tan complicado, con dos o tres botones
se arreglaba todo y asimismo nos costaba adaptarnos...
Ahora todo requiere una aplicación minuciosa a las nuevas
tecnologías.
Soy partidaria de no quedarse siempre hablando de la
edad, sus complicaciones e inconvenientes ya sean de salud o de relación
mandando memes o recomendaciones a cada rato
por los nuevos medios de comunicación…
Desde luego no vamos a soslayar o dejar de apoyar al que
está mal, pero regodearse en esos males a veces no trae soluciones sino que
complica más la recuperación, en todo caso hay que recurrir al especialista
adecuado y no temer consultar a un psicólogo así como consultamos a médicos de
distintas especialidades.
Justamente lo que hace que todo sea más agradable es el
intercambio con pares, pero no para quejarnos o hacer comparaciones, sino para
buscar actividades que nos gusten, nos hagan divertir, nos estimulen tanto
corporal como físicamente. Y para aprender unos de otros. Pues cada cual tiene habilidades muy interesantes.
Esto exige un desprendimiento del Ego. ¡ Qué difícil es
esta parte!
Aprender a compartir sin tratar de ser siempre uno y
entonces ponerse en el lugar del otro en una interacción de ida y vuelta y sin
competencias.
El enriquecimiento de las relaciones exige dedicación,
tiempo, constancia, paciencia, escucha atenta, predisposición y sobre todo
mucho amor.