¿Qué piensa
esa señora que se hizo mayor sin darse cuenta? La tras noche de cine se hizo larga. Eso piensa y se desvela. Piensa que tiene
hambre, pero no, debe ser sed, qué mejor que unos mates. Apaga la tele y se
lava las manos, prepara quita esmalte y procede a renovar el de sus uñas
mientras con mucho cuidado, toma unos amargos. Silencio, calor, tranquilidad en
la casa y en el barrio. No se escuchan ni los perros solo el leve sonido de la
computadora y del teclado. Madrugada de Domingo, en algún lado habrá juventud
disfrutando la noche y la vida que bulle. Allí sí que habrá sonidos. Música
estridente, euforia, alegría, amores, requiebros, gritos, desencuentros, descorchar
de botellas, hielo bailando en las cocteleras, chocar de copas, pies marcando
el ritmo, voces entonando o desentonando canciones, manos palmeando, manos
acariciando, murmullos de placer frutos de la pasión de un momento, acelerar de motores con escapes abiertos o
cerrados y la dichosa juventud que aprovecha esta hora de la mejor manera,
porque las maneras cambian, y la señora mayor encuentra su manera escribiendo y también a su manera, la manera de
disfrutar de esos amargos que le saben a gloria.