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El hombre
por Adolfo Morales
Varios escándalos sexuales, un suicidio, la pérdida de la
confianza de algún que otro amigo, y diversas aventuras hasta llegar a su amor
definitivo son el bagaje impetuoso, apasionado y casi desbocado del poeta.
Juan
Ramón buscó incesantemente en sus sucesivos idilios el encuentro definitivo con
la mujer ideal.
Hace algunos años visitando la Casa Museo de
Moguer, una vitrina y unos objetos discretamente situados hablaban de una
mujer, de otra que no fuese Zenobia, y así descubrí justo lo que esperaba,
al hombre despojado de su prosa.
Fui buscando a J. Ramón (como firmaba en sus
comienzos) y tropecé con Marga Gil Roësset, y después con sus otras
mujeres: Blanca Hernández-Pinzón, Susana Almonte, Carmen Rasco, “las
moguereñas”, las francesas: Jeanne Roussié y Francina, las tres
novicias: Pilar Ruberte, Filomena y Amalia Murillo, Louise Grimm, y
finalmente Zenobia, su amor definitivo.
Varios escándalos sexuales, un suicidio, la pérdida
de la confianza de algún que otro amigo, y diversas aventuras hasta llegar a su
amor definitivo son el bagaje impetuoso, apasionado y casi desbocado del poeta.
Juan Ramón buscó incesantemente en sus sucesivos idilios el encuentro
definitivo con la mujer ideal.
“Una mujer bella e inteligente, vale más que un
hombre de genio; una mujer solamente agradable vale más que un hombre culto”.
El amor carnal que parece tan ajeno a Juan Ramón,
irrumpe en escena, al rescatarse de un olvido más o menos forzado y gracias a
las investigaciones llevadas a cabo por el profesor José Antonio Expósito
Hernández y su prolija investigación a caballo entre el archivo familiar del
poeta, el Archivo Histórico Nacional de Madrid y la Sala Zenobia Juan Ramón
Jiménez de la Universidad de Puerto Rico, la obra Libros de Amor publicada
en 1913, que el poeta escribió cuándo contaba treinta años, entre 1911 y 1912,
siendo su obra más sensual y erótica, y por ende la más humana.
Zenobia
Camprubí en el otoño de 1913 lo retiró de la imprenta por encontrarlo
inconveniente y así quedó hasta que fuese devuelta a la luz en 2007 por Linteo
Poesía de la mano de Expósito.
Hacia 1903 comienza el poeta una especie de
diario, casi secreto de su relación con las mujeres, el sexo y en ocasiones la
obsesión por turbar todas las reglas sociales.
La muerte de su padre y su proverbial melancolía le
llevan primero a la Maison de Santé dirigida por el psiquiatra Gastón
Lalanne esposo de Marie Roussié.
Memorias de Marga Gil Roesset.
De la francesa Marie Roussié, una mujer casada,
escribiría:
Tu sexo negro, suave como un plumón de pájaro, entre las
sedas blancas, amarillas y malvas / era como un faro de sombra para mis ojos /
en un revuelto mar de tibias olas pálidas…
Y también Tus dos pechos desnudos, con la
ardiente señal de mis labios saciados / eran violentamente con los pezones
rosas adornados de sombra, / morenos al reflejo sangriento del poniente…
Cuando estuvo posteriormente en La Casa de
Salud de Nuestra Señora del Rosario atendido por la Congregación de las
Hermanas de la Caridad de Santa Ana, él mismo nos descubre sus lances con
aquellas monjas que le cuidaban, a tres de las cuales enamoró, sedujo y
escandalizó.
“Esta noche me acuerdo con honda melancolía del
Sanatorio, de aquel cuartito mío que daba al jardín y a la fuente, y de la
hermana Pilar Ruberte.
Hermana, ¿qué tienen tus ojos para mi alma? ¿Luz? ¿Amor?
¿Ternura?… Tú me llamabas dulcemente. Las demás hermanas con su cariño
oficial me llamaban Juanito… tú no. Cuando venías hacia mí, sonreías, y con tu
bella voz velada me decías Juan. Y me mirabas con luz y yo te miraba. Y tú me
mirabas fijamente…”.
“Hermana
Pilar, ¿tienes aún tan negros tus ojos? ¿Y tu boca tan fresca y tan roja? Y tus
pechos… ¿cómo tienes tus pechos? Ay! ¿te acuerdas cuando entrabas a las altas
horas en mi cuarto, cuando me llamabas como una madre, cuando me reñías como a
un niño? ¿No recuerdas que yo te hablaba siempre lleno de tristeza?…”
La Hermana Pilar Ruberte, tuvo que ser
trasladada de convento por el “escándalo ocasionado”.
“Cuando huía, en un vuelo de tocas trastornadas
de la impetuosa voluntad de mi deseo
se refugiaba en un rincón, como una gata…
pero sus uñas eran más dulces que mis besos…
Y en la proximidad ardiente del placer de su carne
me incendiaba el olor de todos sus secretos…”.
Todos esos romances fueron un constante rumor de la
época y aún quince años más tarde la madre de Zenobia Camprubí los
utilizaba como argumento para tratar de impedir la boda de su hija con Juan
Ramón.
Pero si estos fueron delirios, ya casado con
Zenobia, el suicido de Marga Gil Roësset marca un punto de inflexión en este
juego de influjo y seducción que una veces buscado y otras de un modo
inadvertido envuelven al poeta.
Marga era una escultora de la época, muy joven
apenas 23 años y él 50, encantadora, de belleza turbadora, con gran
proyección y posibilidades en la corriente Modernista de la época.
Llega al poeta de la mano Olga Bauer. Se enamoró locamente de él, de su actitud
distante, de su palabra sabia, de su “voz de plata”.
“¡Ay, cómo me gusta oírte,
oírte, oírte… ¡Tu voz… Dios!”
El poeta, sin embargo, la rechazó. La jovencísima
escultora decidió quitarse la vida. “Mi amor es infinito… La muerte es
infinita… y la soledad”, escribiría.
Marga se fue a Las Rozas a casa de unos familiares.
Escribió tres cartas llenas de turbación: a Zenobia, a sus padres, a su hermana
Consuelo. Se metió el revólver en la boca y disparó. Los familiares avisaron a
JRJ, el poeta llegó cuando la escultora expiraba. Tomó sus manos.
Fueron
momentos intensos, dramáticos.
“Cuando agonizaba -escribió Juan Ramón-,
henchida de virilidad, parecía decir: porque he querido”.
En un sobre cerrado, encontrado en su casa de
Puerto Rico, con el epígrafe ‘Lo de Marga’, el poeta tras su muerte, en agosto
de 1932 escribiría diversos poemas y versos sueltos:
“Tu sufrimiento,
muerta tú, se ha quedado expandido sobre mi, como el rojo del sol, después de
puesto, por la tarde. Sentimiento sordo, profundo, concentrado, inmenso….”
¿Acaso un genio puede dejar de ser hombre?
Fuente:
revistadeartes.com.ar/revistadeartes-51/51_lit-juan-ramon-jomenez
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