Lo cerró tratando de no mojarse. La lluvia era intensa, miró el cielo con ojos blandos. Entró en la estación. Quería llegar pronto a la casa de su infancia. Miró su billete, aún faltaba una hora para la salida.
Entró a la cafetería de la estación y dejó el chorreante paraguas en el paragüero.
Pidió un café con leche caliente y dos tostadas. El cristal empañado no dejaba ver hacia el exterior.
Se adentró en sí mismo rememorando el clásico olor de los desayunos de su niñez. El padre en una punta de la mesa, su hermano menor, él mismo con su pelo liso y reluciente, la madre solícita...
El camarero trajo lo pedido. No cabían las comparaciones, aunque también fue reconfortante beber ese café con leche. Pagó, salió, subió al autobús. Su pelo blanco y raleando se reflejaba en el cristal de la ventanilla.
Al llegar a su ciudad natal y bajo la llovizna implacable se acordó de su viejo paraguas. El también pasaría a ser parte de sus recuerdos.
La literatura es imaginarse o querer averiguar lo que está al otro lado: más allá del umbral de la habitación, detrás de la puerta entornada que nuestra mano empujará o de la puerta cerrada con una llave que tal vez nos estará prohibido buscar; al otro lado de un río, detrás de una silueta azul de montañas...
martes, 23 de diciembre de 2008
viernes, 12 de diciembre de 2008
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Aquí les dejo la receta de esta mermelada, algo ácida y dulce, como mi despedida de este y el otro blog. Es momento de descanso y re...