sábado, 9 de febrero de 2013

EL FENÓMENO ESTROBOSCÓPICO

  La inquietante suma de movimientos de piernas y brazos aumentaba a límites máximos para Lucía. Sus hermanos prometieron colaborar en la animación sonora y lumínica. Roberto se ocuparía de la música y Germán dijo que pondría efectos especiales de luz.

   Ella prometió a su hijo Juan que festejaría su décimo tercer cumpleaños en casa, ahora no estaba segura de haber hecho lo correcto.
   El salón ornamentado con guirnaldas, globos, leyendas de feliz cumpleaños ya no le parecía tan acertado. Su hijo era mayor, una leve pelusilla sobre sus labios, aunque rubia, ya denotaba cambios hormonales incuestionables. Esto se hizo más notorio al ver llegar a sus amigas de esbozadas formas, unas con coquetería manifiesta y otras con más timidez.
Piernas, brazos y ombligos al aire, peercens, pelos con mechones de color, plataformas, pantalones ajustadísimos, shorts  y minis muy minis, blusas mínimas eran un todo que  se movía produciendo efectos de color contrastantes.
   Risas, sonrisas, chillidos, miradas tentadoras, aproximaciones y retiradas se mezclaban en la danza. La actitud de Juan y sus amigos en la reunión, también era sorprendente. Sus cuchicheos, sus miradas, aunque no exentas de un rastro infantil, denotaban intereses más profundos y necesidades más imperiosas.
   Con marcada tendencia conquistadora se acercaba, miraba profundamente a las chicas, las pupilas encendidas, rozando brazos y acercando a mínimos las cabezas, probando, tentando.
   Ernesto prometió llegar temprano. Roberto y Germán solventaban la situación con una leve complicidad hacia el grupo. Los raros efectos de luces modificaban los movimientos de la danza, los destellos rapidísimos, rítmicos, regulares y prácticamente instantáneos, permanecían una fracción de segundo, luego en igual fracción oscuridad y vuelta a brillar uniéndose al ritmo de la música. Todo hacía que a pesar del bullicio la escena se asemejara a las viejas películas mudas.
  Lucía sí que estaba muda. En un rincón, fascinada, casi hipnotizada optó por ir a cambiarse antes que llegara Ernesto. Se puso algo más “moderno”. Luego se acercó a Roberto ofreciéndole un refresco. Su hermano usaba los recursos del sintetizador produciendo sonidos de tambores, címbalos, explosiones, truenos, olas. Consustanciado por la aceptación de los jóvenes, las luces y por sobre todo por la alegría de su sobrino, parecía haber rejuvenecido y también él se contorsionaba y movía pies y brazos en su lugar.
   Germán era más calmo, Lucía miraba a sus hermanos como parte de las infinitas facetas de las luces viendo en ese momento y lugar, cosas que desconocía de ellos.
   Su marido llegó para sacarla de sus reflexiones. Saludó a Juan con las clásicas palmaditas y el beso diario. Juan se movió rápido, como si ya fuese grande para esas demostraciones en público. Sí, el hijo había crecido. Tanto, que con desconocido gesto caballeroso distribuía vasos, sandwichs, pizzas y bebida entre sus alborotadores amigos.
   Lucía se acercó para tener el privilegio de ser servida también, pero en clásico gesto doméstico Juan le pasó la bandeja para deshacerse de ella. Se asombró de la rapidez con que su hijo se liberó de las dos.
 Ernesto como era habitual en él, con infinita paciencia, depositó la bandeja  sobre la mesa y la tomó de la cintura obligándola  a moverse al son de la nueva música.
 Juan los miraba de reojo, ella no quería saber lo que estaba pensando, sus amigos se dedicaban a las jovencitas, comer y bailar.
 Algunas chicas los miraban soñadoras.
 Sus hermanos en lo suyo, participando del movimiento general.
  Percibía aromas que le llegaban mezclados, perfumes, comida, transpiración, calor de iluminación, pero el más nítido era el que emanaba del cuello de Ernesto cada vez que se aproximaba con cierto dejo seductor.
  Dentro del gabinete acústico los parlantes reproducían graves y agudos, ruidos y armónicos acompañando el cambio en la nueva estructura familiar sin que en ella existieran deformaciones perceptibles.
  El fenómeno estroboscópico lo llenaba todo de una rara magia cambiante. 
  Lucía integró la nueva experiencia a su ser y se dejó llevar...

viernes, 1 de febrero de 2013

EL MAR Y TUS HUELLAS


Oigo el sonar de la música
que llega de algún lugar
Oigo risas y oigo cantos
oigo el sonido del mar,

Pero no escucho tu voz
para mi bien o mi mal

Las gaviotas en el aire
se llaman con sus graznidos
Dejan huellas en la arena
en esta noche de estío.

Huellas que yo voy dejando
tras de tus pasos perdidos.
Recuerdos de aquel verano
en el tiempo detenido
ardor de caricias ávidas
sobre tu cuerpo y el mío.

Hoy están mis manos quietas
y mi cuerpo siente frío.

Como la vida golpeando
siguen las olas del mar
acarician se revuelcan
y en incesante vaivén
ora vienen ora se alejan
para tu mal o mi bien.

Recuerdos de aquel amor
que se quedó en el olvido
tu lo enterraste en la arena
y el mar lo llevó consigo.

Juegan la vida y el mar
como jugaste conmigo.

  Aquí les dejo la receta  de esta mermelada, algo ácida y dulce, como mi despedida de este y el otro blog.      Es momento de descanso y re...