Fina con sus piernas puro huesos y sus brazos enroscados en un abrazo consigo misma, está tirada en su cama. Mira hacia el pasillo sin ver, vagando por tiempos remotos o en la nada. El camisón de verano deja ver el pañal, su pecho casi no existe. Es una tabla apenas cubierta de piel en su última delgadez. No puedo descifrar su edad, tal vez 50 ó 60 años, al mirarla mejor veo que entre sus brazos tiene una muñeca de trapo. Sigo derecho a la habitación de Diego. Está vestido tendido boca arriba en la cama, la boca entreabierta, un parche en la cabeza producto de la caída de días anteriores. Se despertó, abre sus ojos redondos, casi sin pestañear, fijos, claros, ansiosos. Sonríe apenas. Por la comisura izquierda cae un surco de baba desde la arruga hacia la almohada.
El de la cama de al lado sentado en la silla de ruedas trata de acostarse sobre su cama. Una tabla de madera se lo impide pues las ponen a propósito para que no se acuesten. Él la toca como diciendo: “Saquen esto de aquí “
Enfrente, enfrascado en la lectura del periódico está Humberto acostado vestido. Me pregunto si lee o se esconde para no vernos o para aislarse, si el periódico será de la fecha o es su escudo, no intento averiguarlo.
Diego se incorpora para recibir el masaje. Es complicado pues no se quiere quitar la camisa a pesar del intenso calor. La desabrocho hasta la cintura, comienzo con cervicales, arrodillada sobre la cama, sigo por su espalda. Ya no llego por la abertura del cuello, entonces mis dedos masajean sobre la camisa, presionan lumbares lo justo y mis puños trabajan sobre el pañal. No puedo ponerlo boca abajo, sería más molesto para él.
Sigo por sus brazos, metiendo la mano bajo la manga corta de la camisa. Masajeo sus hombros. Luego las manos dedo por dedo hacia arriba, nuevamente hacia los hombros.
-¡Qué bueno es esto!- Dice.
Ahora masajeo sus muslos sobre el pantalón. Mis dedos rotan, mis manos amasan suavemente, frotan a los lados para calentar esos músculos debilitados. Remango el pantalón y subo por sus pantorrillas, estimulando, calentando, preparando para caminar. Las rodillas puro hueso.
-¡Qué bueno es esto!- Repite Diego.
Humberto se levanta periódico en mano y dice mirando a sus compañeros:
-“Despojos”-
Siempre dice lo mismo… Me duele. Yo quiero a mi paciente, siempre tranquilo y agradecido. No habla mucho pero tenemos conversaciones breves sobre futbol, su club favorito y su trabajo de antaño.
Cuando Humberto pasa por delante de la cama dice:
-A este le gusta que lo toquen -
Y sale hacia el corredor del pasillo.
Diego ya está preparado, así que también salimos, recorremos el pasillo varias veces. Diego tomado de la larga barra a ese efecto, adosada a la pared debajo del gran ventanal que da al patio de la planta baja. A veces bajamos.
Allí se está más fresco, hay muchas plantas y cómodos sillones, pero hoy estaba demasiado dormido cuando llegué. Sin una entrada en calor de sus músculos no confío en su estabilidad.
Nos detenemos, la ventana apenas abierta deja entrar un aire reconfortante. Diego tomado de frente con las dos manos a la barra asoma la cabeza para mirar terrazas y techos.
- Inspire, exhale, inspire, exhale… - repito yo.
Lo hace con fruición.
- Inspire y retenga. Así… Exhale -
- Ahora en punta de pies, inspire, retenga. Baje, exhale -
- Me canso…- dice.
- Vamos otra vez…Usted puede Diego - insisto
- Ahora tomado con una mano, de costado, levante una pierna -
-¡Más alto! Biéen… - lo estimulo.
Diego contesta:
- ¡Puedo hacerlo bien...!
- ¡Claro que sí…! ¿Vio qué bien? – lo animo
- Ahora otra vez de frente, aproveche a tomar oxígeno –
Sigo diciendo:
- Abra pierna a un lado… Fuerza con la izquierda… Nuevamente, otro más… -
- Ahora con la derecha… ¿ Ve que puede? - Le insisto con alegría a lo que él contesta:
- Puedo hacerlo bien. ¡Esto es bueno! -
- Vamos al comedor - le digo.
- Sin agarrarse... Derechito, mire al frente -
- No mire para abajo que aquí no hay pozos ni veredas rotas…
Ríe con ganas, se endereza y dice:
- Levantando bien las piernas -
- Eso, nada de arrastrarlas que Ud. puede - respondo.
Llegamos al comedor. Joaquín trata de caminar pero se detiene indefectiblemente al segundo paso.
Diego lo mira y me mira a mí como diciendo “Yo camino más”.
Ahora es él quien le dice:
- Levantando bien las piernas – Yo sonrío.
Joaquín lo mira pero no se da por enterado.
Renata en su silla de ruedas dice hosca e imperativa:
- Salgan de mi camino -
Nos apartamos para que pase.
A medio pasillo enganchó con su rueda derecha el trípode de Ernesto que habla con Hilda.
Él le dice a ésta que antes podía bailar tango, paso doble y vals. Hilda con su delgado torso totalmente vencido formando una “L” invertida le responde que no bailaba vals porque se mareaba y su papá le hacía dar muchas vueltas.
Ernesto desenganchó la rueda y Renata siguió hacia el fondo siempre de mal humor.
Mientras le hago reflexología en los pies a Diego observo al fondo del pasillo de donde habíamos venido a Mirta, la asistenta, que limpia sus brazos en el uniforme verde pues Bruno en otro de sus cabeceos la manchó con la espuma de afeitar. Ella maniobra para afeitarlo y él se resiste reiteradamente echando la cabeza hacia adelante.
El pasillo es largo. A la izquierda una alta pared con barra de sostén hasta la curva para el ascensor. Antes de llegar a él, la puerta de la pieza de la esquina que siempre está abierta.
Allí hay 4 camas, es una habitación grande.
Indefectiblemente a cualquier hora que vaya, distingo una señora peinándose, lo hace continuamente, los pelos entre canos parados. No hay espejo; ella sigue consecuente con su tarea siempre peinándose, digna de un cuadro impresionista.
En la pequeña curva está la ventana de la amplia habitación y el ascensor de frente. Es pequeño, un agregado en el viejo edificio, tipo chorizo de 4 plantas pues las escaleras están al fondo del pasillo al igual que una pequeña cocina que no es la principal, sino que es para merienda y desayuno que no exigen elaboración, pues los pacientes beben un vaso de leche y pan solamente.
Saliendo del comedor a la derecha, hay dos baños. Al costado, una jaula de pie donde un Cardenal saluda silbando a todo el que pase.
Luego viene la habitación donde Fina está enroscada en su cama que da a la puerta abierta. Hay otras dos camas más.
Siempre está abierto pues hace mucho calor y los ventiladores de techo apenas echan viento para remover el aire de la habitación.
Sigue otra habitación que es la que ocupa Héctor, otro extraño personaje y otros dos hombres más.
La habitación contigua es la de Diego, Humberto y el señor de la silla de ruedas. Luego hay otra habitación que es la de Joaquín, el que están afeitando y otro más que sale a caminar por sus medios.
Diego dice cada tanto: - ¡Esto es muy bueno! –
Y yo sigo con mi masaje reflexólogico podal.
Héctor hace rato que está de pie mirando la mesa, la cabeza rasurada a casi a ras. El color rojo de su pelo le da un aire extraño. Los hombros hacia adelante, la mirada fija, siempre fija, el brazo extendido señalando algo y tratando de tocar lo que le llame la atención.
En la mesa, la crema de masaje. Él se acerca hacia ella, la punta del dedo tocándola, la mirada fija pero curiosamente suave, sin agresividad, tranquilo.
- ¡Noo!, ¡No toques! - lo espetó Diego que dirigiéndose a mí explicó:
- Toca todo, agarra todo, se roba todo, lo lleva a su pieza…-
- ¡Hmmm , vos vigilá! - Contesto, mientras aparto la crema.
Humberto sigue sentado a la mesa leyendo. Interrumpe y dice monótono:
- Despojos –
Pasa la médica pequeña y joven con su blanco delantal, pelo negro recogido en una trenza que cuelga gruesa y un barbijo blanco que nunca lleva colocado colgando de su cuello.
- ¡Humbertooo! - le dice.
Éste se encoge de hombros levanta el periódico y sigue leyendo.
Sirvieron pan. Diego agarró el suyo y se puso un trozo en la boca, solo muerde con la dentadura de arriba pues la de abajo se la quitó tantas veces que la perdió. Mastica contra la lengua, el trozo se va humedeciendo y va tomando su forma, contengo las ganas de sonreír.
Voy a buscar agua. La bebe.
Él sigue insistiendo un buen rato, ya no se le ve la lengua, solo tiene el pan adherido de tal manera que tiene su forma, pero no lo puede despegar. Finalmente busco una servilleta de papel en mi bolso y le digo:
- Vamos a sacar eso que es un poco grande -
Lo envuelvo para tirarlo. No quiere. Me lo pide, lo desenvuelve con manos delicadas y algo temblorosas y lo deja sobre la mesa, al lado del pancito. Seguro piensa comerlo luego.
- “Despojos” – dice Humberto.
Trago la bronca. Doy vuelta la silla para no verlo. Diego queda de espalda a la mesa. Sigo con el masaje de pies.
- Esto es bueno – afirma Diego.
Le sonrío. Noto que le molesta el dedo gordo.
Lo miro y pregunto:
- ¿Duele? –
- Yo pateaba con este – responde.
Sonrío diciendo:
- Apuesto que hizo muchos goles –
- Si, en San Lorenzo – contesta.
Estoy frente a la mesa, Diego tiene los ojos cerrados, disfruta el masaje. Héctor se acerca pasito a pasito con el dedo extendido hacia al pan de Diego. Lo agarra. Vuelve a su lugar y lo come lentamente, corta un pedacito y a la boca, otro pedacito y a la boca, así hasta que lo termina. El pan que le pertenece está en el bolsillo de su camisa.
No me preocupa pues siempre llevo medialunas de manteca blanditas para Diego. Veo que Héctor se levanta de nuevo, pasito a pasito. Con el dedo extendido toca tímidamente el bocado con forma de lengua que quité de la boca de Diego, lo toca, lo agarra con cuidado con servilleta y todo. Vuelve a su sitio pero esta vez se queda de pie. Lleva pedacitos a su boca, y lo come todo.
No lo interrumpo, Diego no tiene nada grave y no creo que agregue problema a Héctor ya que su caso es más neuronal. Se queda mirando fijamente pero con tranquilidad los dibujos de la servilleta, siempre de pie. Me pregunto cuánto tiempo puede quedarse así y qué pasará por su cabeza.
No digo nada a Diego. Lo dejo disfrutar el masaje. Él está sano, solo tuvo dos ACV pero su salud es buena. No sé como reaccionaría Héctor si se lo quito, además mi paciente se pondría nervioso sin necesidad. Termino mi tarea, pongo el calcetín y la zapatilla a Diego.
Abre los ojos diciendo:
- Esto es bueno –
- Diego – digo suavemente:
- Traje croissants –
Le extiendo la mitad de uno y comienzo a comer la otra mitad. Este momento compartido también es necesario en la terapia.
- Te cuento que Héctor se comió tu pan - Digo suave, pero riendo.
- Y el trozo que tenías en la boca también…
Gira la cabeza y lo mira. Héctor todavía sigue mirando los dibujos de la servilleta de papel.
- Toca todo, se roba todo – me dice por lo bajo, pero no está enojado.
Nos reímos juntos. Diego entiende que Héctor está como ido.
Le pongo la servilleta delante mientras le digo:
-Mordé poquito, no te pongas trozos muy grandes en la boca…
Hace caso, come con placer.
- Tengo hambre. Como bien – me dice.
- Eso está muy bien – respondo.
Guardo todo. Acomodo a Diego en uno de los sillones. Ato la bolsita de las facturas sobrantes a su cinturón y le digo:
- La pongo aquí así no la ve y no te la quita -
Me mira cómplice y complacido por la idea. Nos entendemos bien, sin muchas palabras. Beso mediante le digo:
- Hasta el martes -
- Gracias – responde.
Oigo a Humberto que repite:
-“Despojos” –
Saludo en general, nadie responde.
No puedo contenerme y me acerco a Humberto, lo miro por sobre el periódico y le digo suave:
- Seres humanos Humberto…
Me mira ido, yo le sostengo la mirada y reitero acentuando las sílabas:
- Se-res huma-nos…
Me mira y repite imitándome:
- Seres huma-nos –
- Si Humberto, muy bien. – respondo sonriéndole.
- Seres huma-nos - repite sonriendo.
- Eso es Humberto, eso es... Chau...
Héctor sigue de pie mirado la servilleta. Paso por el baño a lavarme las manos.
Renata desde su silla de ruedas está lavando una prenda íntima en el lavatorio. No me deja lugar, aunque me pasa su jabón.
La saludo. Apenas mueve la cabeza sin hablar.
Me dirijo al ascensor. Mientras espero veo a Fina que sigue abrazando a su muñeca.
El cardenal me saluda con su silbido.
La literatura es imaginarse o querer averiguar lo que está al otro lado: más allá del umbral de la habitación, detrás de la puerta entornada que nuestra mano empujará o de la puerta cerrada con una llave que tal vez nos estará prohibido buscar; al otro lado de un río, detrás de una silueta azul de montañas...
sábado, 5 de marzo de 2011
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Aquí les dejo la receta de esta mermelada, algo ácida y dulce, como mi despedida de este y el otro blog. Es momento de descanso y re...
23 comentarios:
He sentido un tremendo escalofrío por la espalda al leer este genial relato; sin duda camino hacia esa estancia.
Espero no llegar a un sitio parecido.
No lo soportaría.
Toda mi admiración para las personas que pueden con eso.
Besos.
Maravilloso relato, tan bien descripto. Son lugares deprimentes, coincido con Humberto, depósitos de despojos. Besos tía Elsa.
El sábado al llegar una de las primeras visitas me recordó si me había pasado algún contratiempo...
La realidad es que la semana pasada he viajado precisamente el fin de semana, siendo la causa que desestabilizó los días que tengo para continuar con mis pautas, motivo por el que no edite.
Una vez aclarada mi ausencia, no hay nada más gratificante como saber que se puede notar una pequeña ausencia en un espacio tan inmenso, es lo que me motiva a seguir adelante, cuando en ocasiones estoy muy limitada de tiempo y hago lo indecible para estar a vuestro lado porque siempre os llevo en el corazón como la joya más preciada.
Estos y otros detalles te hacen sentir como una flor al amanecer rodeada por la bruma de la ilusión.
Abrazando los sueños que visten de seda al brindar la mano de la amistad.
Besos de esta amiga que te estima y no te olvida!!
María del Carmen
Muy buen relato, escrito con riqueza literaria y gran dominio de la descripción, aunque ante su lectura no sería gustosa de estar en un sitio así.
Muy buena pluma.
Paso a dejar mi huella e invitarte a pasar por mis blogs y si gustas a retirar los regalos y premios dejados en ellos.
Un abrazo
Marita
Dejo semillas de paz.
Mis blogs:
www.pancoonsusurros.blogspot.com
www.pancoonsusurros.blogspot.com
www.newartdeco.blogspot.com
www.walktohorizon.blogspot.com
www.cuerposanoalmacalma.blogspot.com
www.cosechadesentires blogspot.com
www.clasrecetasdelaabuelamatilde blogspot.com
FRANCISCO ESPADA: Es duro realmente, tratemos de caminar de la mejor manera. Para ello en el otro blog hay ejercicios para las piernas... jajaja.Un abrazo amigo.
TORO SALVAJE: Hay realidades que golpean fuerte, especialmente si ves varias juntas. El relato fue una manera de sacudirme el dolor y el miedo al tener que vivirlo con ellos.
TIA ELSA: no, no son despojos, cada uno a contribuido con su vida a enriquecer la de los demas, solo que el cuerpo y la mente les ha jugado una mala pasada. No sé de su trayectoria, pero creo que es así. Un abrazo mi querida amiga.
GATA COQUETA: me alegra que estés bien. Y me reconforta que siempre pases tu también por aquí. Gracias y beso.
MARYCARMEN: gracias por venir, es bueno poder relatar estas vivencias pues es muy duro estar allí. El hecho de ser terapeuta no exime de pensar qué fue de la vida de estos hombres y mujeres con tantos problemas. Un abrazo.
Un relato muy humano aunque mostrando una realidad que duele. Entiendo a Humberto en su queja y me encanta la forma, sencilla, en que le obligas a aceptarlo/aceptarse.
Un saludo,
Mi querida amiga,
Te ruego elevemos una oracion a nuestro Creador para que nos ayude en estos momentos de gran confusion en el mundo, los que hoy quedan mas marcados con el Tsunami de Japon.
LA GATA COQUETA: Gracias por tus poesías que atesoro y también por tus atenciones que guardo entre mis documentos.
ROBERTO AYAPE: No sé si Humberto repite o entiende mi mensaje, pero su sonrisa ya me alcanza. Gracias por venir.
RICARDO TRIBIN: SI QUE DEBEMOS ELEVAR UNA PLEGARIA AL UNIVERSO! Cada uno en su creencia seguramente está unido y conmovido por los sucesos en Japón. ROGUEMOS TAMBIÉN PORQUE NO HAYA IMPLICANCIAS EN OTROS PAÍSES.
Gracias Ricardo! Un abrazo
Hola Rosamaría, doloroso y necesario relato.
Me alegro que tu amiga esté bien en N.Z. , las cosas materiales se recuperan y los recuerdos que valen la pena uno los lleva en el corazón. Los terremotos nos enseñan que SIEMPRE se puede empezar desde O nuevamente. Un abrazo
Quizás me expresé mal, se los trata como despojos la mayoria de las veces por la propia familia, sin duda todos algo aportamos o hemos aportado.
PAMELA: pues el relato me sirvió para descargar un poco la carga de mi trabajo. Pero lo miro siempre desde el lado de la ternura que inspiran. Por suerte Borgheld está bien, ahora que golpea este otro dolor en Japón, uno no puede ni imaginar lo que sucede allí. Gracias por tu comentario.
TÍA ELSA: Se que es así amiga, no lo interpreté mal. Lo que me acongoja ahora es la muerte de la mamá de Elida, una dulce y valiosa persona. Veré de ir a visitarla.
Beso.
MIS PENSAMIENTOS, MERCE CARDONA
Dice, casualmente , pasado por tu blogs, me encuetro con un triste relato, pero es la pura realidad, suerte que siempre en este mundo se encuentran seres entregados a los demás.
Besos desde la distancia.
MERCEDES CARDONA: Gracias por tu visita, realmente es una tarea difícil, pero muy reconfortante según una lo encare. Beso.
Mi querida Mary Carmen:
La realidad no golpea, solo enseña con cruda realidad.
Magnífico relato.
Un abrazo,
JAVIER AKERMAN: Eso es así querido Doctor. Por mi parte "no se me pega", solo tomo de ello el agradecimiento de la gente. Todos vamos a llegar al final, por eso brego al igual que tu por el bienestar que debe partir del paciente mismo. Gracias por tu comentario... Equivocaste el nombre pusiste el de otra amiga común, no tiene importancia, el sentido llegó a mi intensamente. Gracias de nuevo.
Comienza la semana
y el canto y la brisa
de las encinas invitan
a visitar
las dolientes hojas
que yacen enmohecidas
por la tornasolada melancolía
que el invierno les ha dejado
para que se pose sobre ellas
una emoliente caricia engalanada
por el arco iris de la primavera...
Un beso y mil rosas trepadoras
te dejo, para que te guíen la alegría
los siete días de la semana
es el deseo de esta
que te visita con la primera
aurora de la madrugada...
María del Carmen
LA GATA COQUETA: gatita blanca... gracias por pasarte por aquí. Besos.
qué fuerte, rosa y qué bien los llevaste. El relato ¡muy bueno! pero lo mejor, cómo trataste a esa gente...
Un beso
Myriam
mi querida Rosi, por Dios , qué relato !!!pero a veces es necesario escribir la verdad, aunque sea cruel, y no es cruel por las personas que están allí, la crueldad pasa por diferentes motivos, a veces la propia familia, en otros casos , la soledad, justamente por no tener familia, pero en todos los casos , la crueldad nunca pasa por ellos, pobres seres humanos............
ELIDA: querida amiga, a veces no es crueldad, es necesidad. También tenemos que comprender que sería muy difícil y a veces imposible atender personas imposibilitadas física y mentalmente en el domicilio, considerando que sería insostenible el gasto que ello representa. Es ciertamente doloroso, ya que el hijo que va tampoco lo pasa muy bien. Hay de todo un poco en esto. En fin. Aprecio tus palabras y agradezco que hayas pasado por aquí. besos.
Un relato muy triste
y las imàgenes deprimentes.
Es una gran alegrìa Rosa Marìa
encontarte tu huella en mi
blog con un intervalo pero
esta aqui y sobre todo muy
bien.
Todo mi cariño para ti.
Un fraternal abrazo.
CONSUELO: siempre es un gusto visitarte y una alegría recibirte. gracias por tus palabras. Beso.
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