NKONGOLO
El cielo se calmó.
El sol asomado en alguna parte daba forma a un amplio Arco Iris. Era
espectacular. Tanto en su largo como en su ancho desplegaba sus vistosos
colores sobre las Cataratas de Tissitat.
Las
abundantes lluvias aumentaron el caudal ocre del Nilo Azul, formando saltos
espectaculares que la pequeña Minia miraba fascinada desde lo alto.
Estirada
cuan larga era sobre la exuberante vegetación, Minia se dejaba invadir por el
descomunal ruido, sumergiéndose en el placer del espectáculo total, con todos sus
sentidos. Percibía los olores de las distintas especies de árboles y arbustos y
también del agua cargada de sedimentos y minerales. Y aún así le hubiera
gustado sumergirse hasta lo más profundo. “Sabía” que alguna vez estuvo allí y
sentía deseos de volver al seno de esas aguas turbulentas.
Llevaba
el pelo brillante y negro en diminutas trenzas estiradas hacia atrás, su frente
amplia formaba un óvalo perfecto hasta el mentón. Ojos nariz
y boca, profundamente negros, eran
exuberantes como la propia vegetación.
Observaba
hipnotizada hacia la profundidad: el Tisoha (ó “humo de agua” como le llamaban los
lugareños) lo invadía todo.
Esperaba el gran momento, ella sabía que el misterio
estaba en las aguas. ¿O tal vez en el Arco Iris? Sus ojos fijos, muy abiertos,
desafiaban la luz del sol sin cerrarse.
Un
trueno poderoso interrumpió su estatismo, el Arco Iris estalló en más colores,
algo se enroscó en él que se estiró y se estiró en una larga cola sumergiéndose
en las aguas; era Chinawezi que resurgía. Su potencia elevaba chorros que
formaban infinitos Arco Iris. Minia quería agarrarlos y estiraba al máximo sus brazos renegridos que brillaban
más que nunca con el vapor reinante
Chinawezi reparando
en ella comenzó a moverse en desordenado espiral, su potencia serpentina dejó
libre al Arco iris y con la misma fuerza elevó su cabeza al cielo desafiando al
sol sin parpadear. Minia estiraba aún más su negro cuerpo. Sentía como
Chinawezi la envolvía con húmeda suavidad y la estrujaba con sabiduría y decisión.
Siete anillos la
aprisionaban con firme levedad, siete divisiones de la creación que iban
dejando sus huellas sobre el cuerpo de Minia que se estiraba y se estiraba con la misma
serpentina forma de Chinawezi.
Los
ojos de Minia siguieron mirando fijamente al Sol; luego su cabeza se introdujo
en el cielo, su ofidio cuerpo sinuoso mostraba sobre las escamas el dibujo de
siete anillos negros y brillantes en perfecta simetría. Su larga cola se
sumergió en las aguas estrepitosamente. Ella misma era la gestora de múltiples
Arco Iris. Sacudió con su energía ancestral la aguas subterráneas y hubo un
remolino de mutuo reconocimiento.
Luego todo se calmó. La naturaleza recobró su ritmo. Las Cataratas del
Tissitat volvieron a saltar y caer con la estrepitosa cadencia de siempre.
El ciclo se había
cumplido y Minia volvía a sus orígenes.
Chinawezi poco a poco fue regresando a su raíz de
serpiente cósmica, a fundirse nuevamente
en los colores del Gran Arco.
Entonces volvió a
ser el rey: Nkongolo, el Rey Arco Iris.
ROSA MARÍA FAVALE MACÍAS
9 comentarios:
Buenos escritos y parece un poema mi traducción de google no es muy buena.
Qué maravilla.
No debería acabar nunca esta historia.
Me ha fascinado.
Es pura magia cósmica.
Besos.
He vivido y gozado el relato de la naturaleza como si hubiera estado allí y me hubiera cegado parcialmente el "Tisoha". ¡Enhorabuena!
Un abrazo.
STEVE: Es como una leyenda, a veces estoy inspirada. Gracias amigo. Besos y cuídate
TORO SALVAJE: Gracias Torito amigo, aquí con lluvia y mate que comparto con cariño. Un abrazo regordete.
FRANCISCO ESPADA: muy madrugadores, es bueno sentirse tan acompañada, tengo tres mosqueteros fieles y disímiles. Agradezco tu entusiasmo y tu visita. Abrazo cariñoso
Leyenda... Naturaleza... Que poco hay de eso en la situación que vivimos...
SENIOR CITIZEN: gracias, a veces la fantasía se desborda. Saludos.
Los encantos y misterios naturales siempre han sido fuente de inspiración. Bonito relato-leyenda.
Un abrazo.
Este año tocaba áfrica, pero la pandemia se llevó las ilusiones de un plumazo. No conozco Etiopía. En una ocasión intenté ir y me cancelaron el viaje porque era el único que se había apuntado. Demasiado peligroso, supongo. Me ha gustado conocer algo de esos mitos ancestrales.
RAFAEL HUMBERTO LIZARAZO GOYENECHE: Gracias amigo, un gustazo tenerte por aquí. Beso
TAWAKI: Desperté nuevamente tus ganas, fíjate que lástima no haberlo hecho. Por algo sería. Gracias amigo, un abrazo grandote. Ojalá puedas hacerlo. Beso
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